Javier Calvo

En el año 2006 llegué a Guatemala con la intención de realizar mi proyecto de fin de carrera. Contacté, a través de Manos Unidas (una ONGD española), con Sagrada Tierra, una pequeña ONG guatemalteca que trabaja con las comunidades q’eqchís del norte del país.

Durante dos meses estuve preparando documentación y estudiando la realidad del país que iba a visitar. Cuando llegue todas mis expectativas se vieron superadas con creces… El país me cautivó casi desde el aeropuerto. Recuerdo perfectamente los huipiles de las mujeres que esperaban la salida de pasajeros, las primeras sensaciones al circular por las calles de la capital, etc…

A los 3 días viajé al departamento de Petén, en concreto a la comunidad de Se Balam. Mi estancia allí tuvo de todo: alegría, al sentir la vida tan intensa de sus habitantes, y tristeza ante determinadas situaciones de pobreza y exclusión; amor ante su concepto de comunidad y odio por las injusticias que sufren por ser como son. Raras veces a lo largo de mi vida he sentido tanto como allá, sin duda fue una experiencia que cambió mi forma de ver el mundo.

Guatemala dejó un pozo que no creo que se borre, fue una luz que me hizo ser consciente de la comunidad humana… alguien me contó que en nuestra lengua la palabra más repetida es yo, y que sin embargo en las lenguas mayas es nosotros. Para mi ese es un buen resumen de lo que viví allí, fui consciente de la importancia de ser NOSOTROS Y NOSOTRAS.

 

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