Hay un hecho que permite entender las cosas en lo que toca a la relación de la comunidad con los niños. Me llamó mucho la atención que una vez que iba a nacer un niño, un señor mayor me comunicaba su satisfacción porque iba a nacer un interlocutor para ellos. Los q’eqchís, que dan a la conversación un gran valor en sus relaciones de convivencia armónica, esperaban a un interlocutor. Todo un marco de referencia sobre el lugar que ocupan los niños en la familia y en la comunidad. Interlocutor.
Cuando llegué a vivir a las aldeas q’eqchís, mi casa de palma junto a un río, eran muy frecuentes las visitas de la gente. Sobre todo iban a verme los hombres principales, nimqikwuiinq, y los niños.
Entonces yo a duras penas contestaba tres o cuatro cosas en q’eqchí. A veces los hombres principales se encontraban en mi casa con algún niño. Viendo que yo no podía establecer una conversación continua en q’eqchí, se ponían a conversar entre ellos. El hombre principal le hacía preguntas al niño: por lo que yo captaba le preguntaba por su papá, qué hacía, cómo iba la milpa… Establecían un diálogo de iguales. Esto siempre me pareció admirable: ese nivel de relación de iguales entre mayores y niños. Ese respeto al niño es algo permanentemente visible entre los q’eqchís. Un gran respeto envuelto en ternura.
Veía cómo los niños a veces jugaban y les hacían bromas sencillas a los mayores. Esta forma de relacionamiento no suponía ninguna molestia para los señores, ni lo consideraban como irrespeto, al contrario lo entendían como un juego bonito.
En las reuniones, los hombres (por supuesto también las madres) solían llevar a alguno de sus hijos. No importa que fueran reuniones de importancia para la aldea a la que estaban convocados los señores, los niños también estaban presentes. No hay reuniones que excluyan a mujeres, ni reuniones en donde no puedan estar los niños.
En las visitas que se les hacía a sus casas, los niños siempre están ahí, en la conversación, aunque sin intervenir en ella. Nunca vi que les dijeran:”estas no son conversaciones para niños”, o que les mandaran retirarse porque no había lugar para ellos en esas reuniones o conversaciones de los mayores.
Recordaba frases de mi infancia “vete de aquí, mocoso, aquí no deben estar los niños”.
¡Qué distinto.!