La mujer tiende a la vida, se inclina a los valores fundamentales de la naturaleza y de lo vivo; a través de lo femenino se manifiesta la potencia creadora.
La mujer q’eqchí es la trasmisora de la vida a las comunidades y al grupo étnico. Es el símbolo de la vida. La mujer q’eqchí, además, es el sagrario de la cultura. Sus hijos y nietos se nutrirán de la fertilidad espiritual de la mujer. Los valores q’eqchís son retransmitidos por las mamás y sobre todo por las abuelas desde la ternura y desde su delicadeza.
Cuando el ritmo de la maternidad se interrumpe, por la edad, la mujer q’eqchi no es considerada como inútil o decadente, al contrario, alcanza un nuevo estatus honorable, ingresa en una nueva fertilidad, la de la mujer sabia. Es la portavoz de la madre tierra y de sus hijos, es la voz de la sabiduría del espíritu. Ella tendrá la última palabra en las decisiones que comprometan el futuro de su familia o comunidad. Al igual que los ancianos, será respetada y venerada por su aporte a la comunidad.