El Petén es el más septentrional de los 22 departamentos de Guatemala, fue sede de la gran cultura Maya, allí se encuentran ubicados los sitios arqueológicos de Tikal, Uaxactún, El Ceibal, Cancuén, Piedras Negras, El Mirador, entre otros.
Grandes extensiones selváticas y la lejanía de la metrópoli hacían de El Petén un lugar de apacible convivencia y de tranquila relación con la naturaleza entre los peteneros y su entorno. No había cultura de apropiación y acumulación de la tierra.
Su vegetación era selvática y en su seno y junto a las orillas del Lago Petén Itzá, pervivieron núcleos importantes de población maya, como San José, San Andrés, San Miguel, San Luis, Santa Ana.
Hasta los años sesentas en que se abrió la carretera de terracería que la uniera con el resto de Guatemala, El Petén era una zona aislada del resto del país. Sólo podía llegarse por avión o en largas jornadas a través del Río Sebol y La Pasión desde Alta Verapaz, o a través del Río Sarstún, desde Izabal.
A mediados de los cincuenta el índice poblacional era aproximadamente de 1 habitante por kilómetro cuadrado. Grandes extensiones selváticas y la lejanía de la metrópoli hacía de El Petén un lugar de apacible convivencia y de tranquila relación con la hermosa naturaleza entre los peteneros y su entorno.
La producción de ese tiempo en El Petén era alrededor de actividades que se pueden calificar de épicas: en los múltiples lagos y lagunas del interior de la selva, la caza del lagarto (cocodrilo) para vender su piel; la extracción de chicle en el corazón de la selva y el corte y traslado de maderas preciosas a través de los ríos hasta el golfo de México.
Con la inauguración a finales de los sesenta de la carretera que une El Petén con el resto del país, se inicia “la invasión” al Petén, por dos tipos de actores: el campesino pobre que viene buscando tierras vírgenes y los finqueros. La selva empieza a ser talada inmisericordemente, empiezan a aparecer grandes extensiones de potreros para el ganado vacuno, mientras, y al mismo tiempo, la selva va cediendo su vigor y frondosidad ante el requerimiento de miles de campesinos que en base a la tala y quema de la selva van habilitando sus “milpas” y sembradíos.
Pero son sobre todo las grandes extensiones de fincas ganaderas y de palma africana para el agrocombustible las que van acabando con la selva.
Hoy la parte sur de El Petén dejó de ser selva virgen; nuevas carreteras enlazan pueblos nuevos con habitantes criollos venidos del oriente y del sur del país y, sobre todo, por poblaciones q’eqchís procedentes, bajo la presión demográfica y la necesidad de tierra, del Departamento de Alta Verapaz. Otro factor que obligó a la movilización de poblaciones fue el conflicto armado interno que duró desde los inicios de los sesentas hasta Diciembre de 1996 en que se firmó la Paz entre el Gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca -URNG-. Familias enteras entonces, huyendo de la violencia, buscan refugio en zonas alejadas de la región de El Petén.
Cohabitan hoy en El Petén los antiguos pobladores descendientes de los mayas, criollos venidos del Oriente y de la Costa Sur, otros pueblos indígenas, sobre todo q’eqchís. Los que llegaron al Petén fueron, pues, campesinos pobres. Los finqueros se quedaron en la Ciudad y desde ahí llegan eventualmente en sus helicópteros o avionetas a ver sus tierras. El Petén es, como el resto de Guatemala, un departamento de pobres.
Fue un crecimiento poblacional caótico el que se dio en El Petén, sin previa planificación. De 25,000 habitantes a mediados de los 50, se asciende ya quizás al millón en 60 años. Sin servicios mínimos de agua, luz, teléfono, escuelas, dispensarios de salud, mucho menos agua entubada o alcantarillados y desagües para las aguas servidas. Hoy la población total de El.
En el último cuarto del siglo XX se acrecentó mucho el turismo al Petén. La belleza de la Isla de Ciudad Flores, El Lago Petén Itzá con sus aguas transparentes y tibias y las Ruinas Mayas, sobre todo las Pirámides de Tikal, son objeto de interés de europeos, norteamericanos y los propios guatemaltecos.
Y también se acrecienta la pobreza de la población campesina que va perdiendo sus tierras por la expansión de las nuevas grandes extensiones de plantaciones de palma africana para el agrocombustible. Día a día se agrandan éstas, mientras a su vez se achica el ya de por si reducido espacio del territorio de siembra de los campesinos. Tierras abundantes para el agrocombustible; escasas para el alimento de los campesinos.